La Hipótesis del Invierno Metabólico

La trayectoria evolutiva del ser humano estuvo dominada por desafíos meteorológicos que obligaban a cambios en la alimentación y hábitos. Este hecho sigue condicionando la fisiología del organismo en la actualidad. El invierno se define por ser una etapa de frío y escasez de alimentos. Hace millones de años, nuestra especie sobrevivió a los cambios de estaciones adaptando su método de vida. Para explicar este hecho, nos centraremos en la vida que ha lleva el animal de la imagen superior: el oso Beadnose.

El oso Beadnose dedica todo el verano y la primavera a alimentarse y cazar de forma vigorosa. En otoño, comienza un periodo de preparación donde existe una estratégica ganancia de tejido graso permitiéndole sobrevivir a ese invierno con escasez de alimentos, bajas temperaturas y pocas horas de luz. De una forma parecida, el ser humano (al igual que todos los seres vivos) se ha desarrollado adaptándose a las circunstancias que le rodeabanprovocando un proceso evolutivo que aún pervive en nosotros.
La hipótesis del “invierno metabólico” expone la posibilidad de que ya no tengamos invierno como tal. Las sensaciones que preparaban al cuerpo para esta etapa han desaparecido debidas a:
• Luz artificial durante muchísimas horas al día
• El frío aumenta pero no lo sentimos (ropa, calefacción, entornos aclimatados…)
• Gran diversidad de alimentos durante todo el año
Curiosamente, hay correlación entre la obesidad y enfermedades crónicas en personas que mantienen un exceso de alimentación y poca exposición al frío (este ejemplo lo podemos ver perfectamente en España, agravándose el problema en Andalucía con el mayor porcentaje de niños obesos…).  Se plantea que existe una extendida disrupción de los ritmos circadianos (comidas, horas de sueño, cantidad de alimentos en horas no apropiadas…). Por ello, es razonable creer que los genes que se desarrollaban para la supervivencia de la especie en periodos invernales, se están perdiendo porque nuestro cuerpo nunca siente que llega la estación.
Como conclusión, pensemos lo siguiente: si ingiriésemos la misma cantidad de energía cada día a lo largo del año, seguiría habiendo épocas en las que nuestra composición corporal cambiaría.
“No somos lo que comemos, sino lo que ingerimos, digerimos, absorbemos y metabolizamos”

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